Es más, no es raro ver en estos días cómo la Historia del Descubrimiento de América ha sido ninguneada en lo que respecta a los logros españoles. En nuestro propio país, lejos de sentirnos orgullosos de una de las aventuras más impresionantes de la Historia de la Humanidad, ha pasado a estar mal visto vanagloriarse de aquel acontecimiento que cambió la Historia del mundo. Siendo así en España, no es de extrañar que fuera de nuestras fronteras se aproveche la coyuntura para que otros ocupen el espacio que nosotros, por alguna extraña razón, no queremos ocupar e incluso rechazamos, asignándose otros países los logros de aquella conquista. Así lo hacen, por ejemplo, los italianos, que son quienes celebran en Estados Unidos la festividad del 12 de octubre. No es de extrañar, por tanto, que en el Christopher Columbus Memorial de Philadelphia (Penn's Landing), no se lea ni una mínima mención a España y sí a Génova, como supuesta ciudad natal del descubridor.
Christopher Columbus Memorial at Penn's Landing (Philadelphia) |
¿De quién es la culpa?
Este tipo de cosas hacen un flaco favor a nuestra Historia, nuestra cultura y nuestro lugar en el mundo, y lo peor de todo es que probablemente sea culpa nuestra. España no sabe venderse en el extranjero. Deberíamos tomar ejemplo de países como Italia o Francia. Los estadounidenses se sienten fascinados por estos dos países europeos que, en realidad, no ofrecen algo tan diferente de lo que puede ofrecer España. Sin embargo, en el supermercado el aceite de oliva es fundamentalmente italiano y los quesos y vinos son preminentemente franceses. ¿Acaso no tenemos buen aceite, buen queso o buen vino en España? Claro que sí, pero no lo sabemos vender.
Construir una imagen de España y de sus productos no es algo que se consiga en dos días. Exige un plan, un proyecto serio, que huya del cortoplacismo al que nos tienen acostumbrados nuestros políticos españoles, para lanzar la imagen España con fuerza y sin complejos. En un post anterior, ya comenté cómo Estados Unidos apostaba por el futuro, por la inversión en talento y por una imagen de país que es lo que les ha llevado donde hoy están. Entonces decía que nada es casualidad y lo vuelvo a repetir: si España no está bien representada en las estanterías de los supermercados españoles tampoco es casualidad.
El inglés, otro obstáculo
Sin duda, el bajísimo nivel de inglés de los españoles es también una piedra en el camino. La barrera del idioma hace que miles de españoles pierdan oportunidades en otros países, frenando una mayor expansión de nuestra cultura. Recientemente, un artículo de The New York Times ponía esta cuestión en entredicho, sacando los colores al sistema educativo español. A lo largo del texto, se llega a afirmar que en España hoy se habla peor inglés incluso que hace 15 años y que los políticos españoles son los últimos de la clase en idiomas de toda Europa. Algo de lo que deberíamos avergonzarnos.
Parece, por tanto, que en la agenda de asuntos pendientes de España hay mucho trabajo por hacer. Nuestro país debe tomar nota y aprender a vender su imagen, dejando de ser conocido sólo por los deportistas de élite, la fiesta y la siesta, y haciéndose respetar como el gran país que es y que podría ser, sin complejos ni rubores. Eso sí, para conseguir todo esto sólo hay un camino: esfuerzo, constancia y trabajo.